29 de junio de 2012

A la ribera de Quilmes

El plata majestuoso, cargado de rumores
besa los rincones del recio malecón,
la brisa suavemente, nostálgica y marina
en un hechizo dulce canta su cancion

El sol se esta cayendo en un abismo de aguas
las olas lo empujan llenas de bramuras.
Las barcas pescadoras parecen exultantes,
hundirse en la espuma, buscando una aventura.

Y desde muy lejos, mezcla de juego y trabajo
se escucha nítida la voz del pescador.
Mientras las redes cargadas de peces
doblegan los últimos rayos de sol.

A veces sobre el murallón pasean prisioneros,
de la tarde dolorida y perezosa.
La gente que mira con avidez gozosa
como la ribera poco a poco se cubre de rosas.

Y a los altos pinares le florecen tonos
que enriedan sus hojas con sangre y carmín
hasta que la luna, pañuelo de plata,
los limpia con agua de nácar y jazmín.

Hasta que las sombras le roban a la rambla
sus viejas casillas, sus aguas, sus muros y arboles
para emborracharse con olor a verano,
a brisa y peces, a pajaros y sauces.


Nilda Buyutti