besa los rincones del recio malecón,
la brisa suavemente, nostálgica y marina
en un hechizo dulce canta su cancion
las olas lo empujan llenas de bramuras.
Las barcas pescadoras parecen exultantes,
hundirse en la espuma, buscando una aventura.
Y desde muy lejos, mezcla de juego y trabajo
se escucha nítida la voz del pescador.
Mientras las redes cargadas de peces
doblegan los últimos rayos de sol.
A veces sobre el murallón pasean prisioneros,
de la tarde dolorida y perezosa.
La gente que mira con avidez gozosa
como la ribera poco a poco se cubre de rosas.
Y a los altos pinares le florecen tonos
que enriedan sus hojas con sangre y carmín
hasta que la luna, pañuelo de plata,
los limpia con agua de nácar y jazmín.
Hasta que las sombras le roban a la rambla
sus viejas casillas, sus aguas, sus muros y arboles
para emborracharse con olor a verano,
a brisa y peces, a pajaros y sauces.
Nilda Buyutti
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